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Inspirational Uncomposition

by Joan Bibiloni

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INSPIRACIÓN SIN NOMBRE
(A propósito de Inspirational Uncomposition de Joan Bibiloni)
“Lo que se decidirá muy deprisa debe ensayarse primero muy lentamente,
pues la velocidad es siempre la recompensa de una lentitud extrema”.

La cita de Roland Barthes ilustra lo que ocurrió entre la electricidad y el
registro de sonidos (una historia aún más joven que la de la fotografía
que nació en 1839), desde que Leon Scott patentó el fonoautógrafo en
1857.
Las primeras relaciones humanas con la electricidad –más allá de ver
caer los rayos– necesitaron algún tipo de piel (de gato, cabra…), y una
barra de ámbar. Frotando ambas cosas se obtienen pequeñas cargas
eléctricas (que entre otros fenómenos pueden ponernos los pelos de
punta). Tales de Mileto (600 a. C.) se interesó por la electricidad estática.
Unos dos mil cuatrocientos años separan las observaciones de Tales del
“resonador de Helmholtz”, que anticipa los instrumentos musicales
electrónicos. Hermann von Helmholtz fue un científico alemán al que no le interesaba la música sino “las combinaciones de tonos que generan
sonidos naturales complejos”.
A mediados del siglo XIX la palabra clave es VIENA: la ciudad donde
lentamente se ha ido gestando la gran aceleración que va a producirse y
que había comenzado a principios del siglo con Franz Schubert; considerado uno de los precursores de la música moderna, Schubert se
interesó por nuevas gradaciones cromáticas y cierta repetición del motivo.
Pero el fervor romántico ya se estaba alejando. Robert Schumann se vio
obligado a abandonar su carrera como pianista virtuoso y dedicarse a la
composición al dañarse una mano en 1832 con un artilugio que él mismo
había construido para el ejercicio y desarrollo de los dedos. Ricard Wagner se ganaba la vida en Londres dedicado a la dirección pero ya era el
portador de una “inédita resonancia tímbrica” y el “creador de una nueva
textura armónica”.
Gustav Mahler nació en Bohemia aunque murió en Viena tras haber
inventado la “orquesta de solistas” y escribir sus sinfonías. Entonces llegó el que iba a poner en duda toda la música anterior a él, Arnold Schönberg que nació en Viena y murió en Los Ángeles. Schönberg también fue pintor pero su principal objetivo artístico fue musical: “superar el sistema armónico tradicional”. Escribió un “Tratado de armonía”, incorporó la voz humana como “canción hablada” y se ocupó de proveer a sus discípulos más destacados con la teoría correspondiente a sus ideas. Naturalmente, se trataba de dos hombres nacidos en Viena. Anton Weber comparte con Schönberg, a quien conoce en 1902, su estricta y estrecha “ortodoxia dodecafónica”. Dos años más tarde, en 1904, Schönberg se relaciona con Alban Berg. Había entonces un compositor ruso, Igor Stravinski, empeñado en otras cosas como utilizar los ostinati sin armonía ni tempo, como en una pintura cubista que sólo se interesó por la técnica dodecafónica de Schönberg una vez muerto este en 1951.
En aquella primera década del siglo XX nació Pierre Schaeffer quien
tras la segunda guerra y en los estudios de la radiotelevisión francesa
graba las primeras piezas de música concreta: “sonidos de origen natural
animados e inanimados, registrados y manipulados electrónicamente de
tal forma que los sonidos originales se distorsionan y se combinan de
forma musical”. Se trata de cambios en la velocidad, alteraciones de tono, reproducir las grabaciones al revés, trocear la cinta magnética y
recombinar (lo mismo que en literatura hace William Bourroughs). Música aleatoria. Se considera ya a la música como un estímulo sonoro que produce una respuesta psicológica. Procesos psicoanímicos. Psicoacústica.
Un infinito emocional. Expansión ad libitum: la música contemporánea.
A John Cage le interesaba lo cambiante y llegó a componer
empleando los hexagramas del I Ching. Figura principal de posguerra
interesado en la música aleatoria y en el azar, Schönberg le dijo una vez a Cage que carecía de capacidad para la armonía y Cage se dedicó al uso
no estándar de los instrumentos musicales. Fue amigo del pintor Joan
Miró y puede que sus primeras composiciones las hiciera en Mallorca. En
1976 Cage pedía a los intérpretes que utilizaran plantas como
instrumentos, por ejemplo cactus. Cage se relacionó con Pierre Boulez
ocupado en el “serialismo integral” y música de computadoras.
Frank Zappa en 1963 empleó una bicicleta como instrumento musical
y en 1984 Boulez dirige a Zappa, quien ya había grabado en una de sus
canciones parte de un tema de la “Consagración de la Primavera” de
Stravinsky, además de utilizar la “canción hablada” como hicieran
Schönberg y Berg. Todo se acelera aún más, pero Viena ya no es la
protagonista.
Karlheinz Stockhausen trabajará con dispositivos electrónicos y
algoritmos matemáticos: su música atemática compuesta serialmente
rechaza la técnica de doce tonos de Schönberg. Más tarde en el tiempo
llegaron Brian Eno, la New Age, el Chill Out y el siglo XXI.
En los 21:19 minutos que dura el tema Inspirational Uncomposition
de Joan Bibiloni, que forma parte de una serie que llama Collage, todo
está hecho de obra ya existente, manipulada con un programa de edición
de audio, superpuesta, cortada, con una actitud de oficio que viene de su
experiencia en edición analógica, con las ventajas que da el formato
digital: solo un ordenador y unos auriculares.
“El cuadro general de las cosas se describe mejor desde la memoria, pero,
para restituir determinados detalles, hay que captar sus primeras
impresiones al vuelo”. (Marqués de Custine).
El espacio sideral, la selva oscura, átomos, neutrinos, una gravedad
como de materia desconocida y también, ahí, al mismo tiempo, en esa
sonoridad, la tierra, el sustrato, el abono enriquecido con estiércol y lo
denso y salvaje en el crujir abigarrado del bosque. Aullidos. Trinos. La
animalidad anterior a nosotros, como la propia música que no necesitaría
del mundo para existir.
Armonía. La palabra puede resultar una marea más allá de la
tradición, pero… ¿hacia dónde? Puede que siendo aún ángeles y
demonios, nos invada un desasosiego abisal ante los sonidos que traen
consigo el fin. ¿Por qué empeñarse en la espesura? Hay que descifrar lo
que oímos, que quizá sean voces de ballenas solitarias perdidas como
nosotros en una extraña inmensidad. Asomarse al umbral de lo
insondable dentro de uno supone quizá ver el rostro perfilarse allá, en lo
hondo. Somos ya ese, pero todavía capaces de animarnos con el sonido
propio de lo que vive en esta vida, en la que todo existe porque lo
percibimos. La danza de Shiva.


– Ninguna pista.
– ¿Sonora?
– No, conceptual.
– Lo que oyes entonces…
– Dependerá de quién escuche.
– ¿Sin contexto?
– Sin más, y para unos lo que escuchen les acercará al nacimiento, y
a otros a la muerte.
– Pero habrá quienes prefieran la contemplación, algo así como
dejarse ir por ese paisaje llamado música.

Carlos Agustín
julio de 2020

Aquest “Inspirational uncomposition” té la capacitat d’inquietar a la vegada que tranquil·litza, d’angoixar a la vegada que conforta, de desvetllar reminiscències a la vegada que en sorprèn l’originalitat. Un autèntic collage de sentiments i sensacions.

“Inspirational uncomposition” has the ability to unsettle while at the same time soothing, to distress while at the same time comforting, to unveil memories while at the same time surprising with its originality. A true collage of feelings and sensations

Cathy Sweeney

There are thousands of images for one piece of music and thousands of pieces of music for one image.
With my eyes closed and music playing, I allow my senses to settle my spirit. And without forcing anything, my mind becomes filled with disordered images, sometimes nothing.
Then, colours pass through a flimsy curtain to a room where music herself is a universe. A universe constantly inviting me to let the image fluids blend with sound to become whatever they wish.
A perfect combination of passiveness and activity.
This reality is easily located. It all happens within me.
Every moment, every key, every shade is unique. I might just as easily allow myself to be touched by the velvet hand of a key as become intoxicated by shades of red, or green, or orange, or white, or black… Seeing water, trains, hands, skin, clouds, amphoras, the smell of paintbrushes, waves, mussels, bicycles, bridges, people, fun, cold water, home, wings, pine trees, smells, pressed olives, a lateen sail, life, laughter, little ones, distance, long arms, open arms, timber and flights, and more and more and more…
Everything in perfect disorder.
With my eyes closed, I only come into contact, remotely, with another reality when the music stops for a moment. The space between one piece and another.
I am happy to share these moments with music and to be blessed with good fortune.
I invite you to do the samóe in your own way.
One feels slightly better afterwards.
Joan Bibiloni

La creació d'aquesta obra ha rebut el suport de l'Institut d'Estudis Balearics

credits

released March 3, 2021

Editing and Collaging: Joan Bibiloni

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Joan Bibiloni IB, Spain

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